Estábamos en casa antes de las uvas y mi tía me preguntó si yo creía que Anne Igartiburu tenía frío. Me la quedé mirando y contesté: tiene tan tiesos los pezones que podría cortar el hielo.
Y era cierto. Su pose rígida, su cara de pasmo en los silencios, estaba tiesa como una vara. Casi tiritaba. Mientras a su lado, un descansado Ramón García con una capa que ya la quería Igartiburu para ella, ni se percataba de las bajas temperaturas. Ahí estaban los dos, un ejemplo más que sumar a la lista de que la mujer ha de enseñar carne y que su belleza y figura ha de estar por encima de todo. Eso que dicen que si quieres presumir has de sufrir.
Al día siguiente leí en todos los sitios sobre el vestido de llevó Cristina Pedroche en la Sexta. La Sexta es esa cadena que va de progre y de igualitaria y un montón de ideas súper guays, pero que tiene a todas sus presentadores de informativos guapas y delgadas y que no has visto tú una gorda ni una fea, ni nada parecido a un Miky Nadal pero en chica o nada similar al Gran Wyoming pero en chica. Les gusta mucho enseñar tetas y poner a presentadoras buenorras sea donde sea, porque son progres pero les gusta más el culamen que a un tonto un lápiz. Así que repitieron: ella con unas transparencias innecesarias y él bien vestido.
¿Qué raro, no? En dos cadenas se repite el guion. ¿Se habrán llamado para quedar? Lo dudo. Es la moda patriarcal más en voga que nunca oiga. Es la necesidad absoluta de enseñar el cuerpo de la mujer, sea como sea, cuando sea, caiga quien caiga. La mujer está ahí para ser mostrada, ha de lucir, ha de ser resplandeciente, complaciente al ojo del varón que la mira con deseo pero que niega cualquier implicación tras la socorrida: si se lo pone es porque quiere. Ellos, que desde su sofá de comodidad no se han visto nunca cuestionados por su físico y que no han temido perder un trabajo si no cumplen algunas condiciones sexistas.
El problema del vestido de la Pedroche es que no es necesario. Quizá sea esta una gran idea más revolucionaria que la revolución en sí, pero LAS MUJERES NO NECESITAMOS ENSEÑAR NUESTRO CUERPO CONSTANTEMENTE. NUESTRA PROFESIONALIDAD PUEDE DEMOSTRARSE SIN QUE ENSEÑEMOS LAS BRAGAS. Señora Pedroche, enseñe las bragas si quiere, pero no piense que eso es necesario. Aunque si su valía es sólo enseñar las bragas, deje los medios de comunicación para personas más cualificadas.
En cuanto a la Igartiburu, lo mismo le digo señora. Que usted ya es un icono vivo de la televisión de este país: ¿no puede pedir una capita como la de su compañero? Aunque no iba desnuda, su frío era contagioso. Probablemente sea difícil, pero quizá compense enseñar un poco menos pero estar más calentita. Eso, ya lo verá usted el año que viene, donde estará religiosamente anclada a las campanadas de 2016.
Hasta entonces, espero que no se constipen ninguna de las dos.
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