En la cultura occidental en general, tan enraizada aún en los preceptos del cristianismo, no es extraño que en algún momento de nuestras vidas, preferentemente en la infancia, nos hayamos topado con el mito de la Creación y dos extraños personajes llamados Adán y Eva: ni más ni menos que los primeros habitantes del Paraíso y padres de la Humanidad.
En un post anterior, Laura ya nos habló de Eva como la primera mujer, creada por Dios a partir de una de las costillas de Adán para entretenerle, obedecerle y en definitiva, hacerle más llevadera la soledad en el vergel divino. Sin embargo, tanto en el relato bíblico del Génesis como en algunos pasajes de la tradición hebrea, existen “vacíos” o “silencios”, si se quiere, que ponen de manifiesto que antes de Eva existió otra “primera” mujer. Empecemos por el comienzo:
Génesis 1 27. «Y Dios creó al hombre a su imagen y semejanza; lo creó a la imagen de Dios, los creó varón y mujer.
28. Y los bendijo, (…).»
Este fragmento ha sido muy utilizado por las diversas Iglesias cristianas para afirmar que su credo ya desde el principio considera a hombre y mujer como seres iguales. Con la pequeña salvedad que estos “universales” versículos no están precisamente referidos a la primera mujer “oficial”, Eva, sino a nuestra protagonista de hoy, una tal Lilith. Y es que según la tradición hebrea, así se llamó la mujer que fue creada por Yahvé para ser la primera esposa de Adán, con la misma materia -arcilla o polvo de la tierra- que utilizó para dar vida a éste.
Lilith era hermosa, vital, risueña, reflexiva y… libre. Gustaba de divertirse y reír con Adán, aunque éste quedaba muchas veces desconcertado ante el desafío que le suponía a diario convivir con esta mujer: ¡le costaba mucho hacerse obedecer! Por ejemplo, no soportaba que cada vez que la pareja quería hacer el amor, ella siempre le estuviera discutiendo la postura que debían adoptar ¡se negaba a ponerse debajo de él! Ella argumentaba que si habían sido creados iguales, no podía haber jerarquías entre ellos, empezando por el coito. El caso es que Adán comenzó a perder la paciencia con su compañera y un día, ella misma se dirigió a Yahvé para que Adán dejara de agobiarla. Durante la conversación, dice la tradición hebrea que Lilith consiguió engañar al propio Dios con sus artes de seducción y averiguar así el verdadero nombre de la divinidad. En algunas versiones se dice que al pronunciarlo en alto le crecieron unas alas y Lilith escapó del Edén para vivir sola y libre. En otras, que abandonó por su propio pie el Paraíso dejándole todo a Adán, incluso la hoja de parra que había tapado parte de su desnudez, de la que ella se sentía orgullosa. También, que al pronunciar el nombre oculto de Dios se convirtió en una especie de vampiresa y se exilió en una cueva cerca del Mar Rojo para convivir con entes demoníacos.
Sea como fuere Adán se quedó más solo que la una en el Edén y obviamente, comenzó a echar mucho de menos a su compañera de vivencias. Dios debió quedar bien harto de las quejas y lamentaciones de Adán, así que trató de hacer volver a Lilith enviando tres ángeles a buscarla. Ella obviamente se negó, y Dios hubo de considerar crear otra mujer para que Adán levantara cabeza. Así pues:
Génesis 1 18. Después dijo el Señor Dios: «No conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada». (…), con la costilla que había sacado del hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre.
23. El hombre exclamó: ¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Se llamará Mujer, porque ha sido sacada del hombre».
Pero como vimos con Laura, hasta Eva, que fue creada especialmente para obedecer a Dios y al primer hombre, cayó en la tentación de la Serpiente, porque como bien se encargaron de enfatizar todas las grandes religiones monoteístas, ninguna mujer es “buena” por lo que es conveniente mantenerlas siempre bien vigiladas.
En cuanto a Lilith, tenida como ejemplo a seguir por gran parte de corrientes feministas, ya vimos cómo eligió seguir su propio camino y convicciones por encima de todo lo que se esperaba de una esposa al uso. A cambio, la tradición hebrea la convirtió para la posteridad en un demonio lascivo que no sólo se apareaba con otros monstruos sino que por las noches robaba semen a los hombres mientras dormían para engendrar nuevos diablos. Y al estilo de los “lahmias” medievales, en aquella época también se llegó a resaltar que Lilith se regocijaba robando o asesinando bebés durante sus primeros días de vida.
Así que si según estos mitos Eva pasó a la Historia como una traidora, a Lilith se la borró directamente, por no contribuir más a que en las mujeres se expandieran ideas tan “subversivas”.
¿Acaso Lilith no es un buen ejemplo de cómo en muchas ocasiones han querido “pintarnos” a las feministas? 😉
Iris Rodríguez Alcaide
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