Caer en la trampa. La mujer moldeada.

En el capítulo de ayer de una famosa serie española que transcurre en época franquista, un personaje masculino le dice a otro personaje masculino mientras toman una copa en un elegante bar: “las mujeres son tan absorbentes, han de entender que los hombres necesitamos nuestro espacio” y ríen. Quizá encuentran gracioso quejarse del modelo de mujer que ellos mismos han creado.

Históricamente, el hombre ha sido lo que ha querido ser: ha sido fuerte, ha sido valiente, un héroe. Ha sido un padre poco interesado por la camada y eso estaba bien porque él decidió seguir la vida lejos del cuidado de la prole. Ha sido inteligente, ha sido estudioso, ha sido el cabeza de familia. Si ha querido ha sido soltero y si ha querido, ha sido marido, pero sin muchas exigencias. Ha sido explorador, escritor, científico, intelectual, putero o borracho. Ha sido lo que ha querido y ha estado bien pues el hombre, por el mero hecho de tener testículos, ha tenido acceso a uno de los mayores bienes de la vida: la libertad de ser quien quieres ser.

En la otra cara de la monera está la mujer: la mujer sólo ha sido hija, esposa, madre, abuela. Nada que se escape de la esfera familiar. Pero además, a la mujer se le ha dotado de un rol, un rol impuesto desde afuera. Tan impuesto ha sido que se han escrito decenas de volúmenes sobre cómo ha de ser una buena mujer. Si fuera nuestra naturaleza ¿sería necesario inundarnos a manuales de conducta si nuestra conducta fuera la que nos han querido imponer? Entre estos mandamientos, lo que ya sabemos: la mujer ha de ser: buena, atenta, una tienda abierta 24 horas para CUALQUIER necesidad, callada, agradable, sonriente, elegante, nunca demostrar su sexualidad, dispuesta, dulce, complaciente, sumisa (muy importante) abnegada, familiar. Y no sigo más.

Anuncio de mediados del siglo XX
Anuncio de mediados del siglo XX

Nacimos desnudas, con un cerebro igual de capacitado que el de un hombre, pero no bastó. Se nos quiso modelar a la imagen y semejanza de la esclava perfecta. Una esclava que fuera como a ellos les convenía: un ser al que catalogaron de inferior y al que, al carecer de conocimientos, le dieron un vademécum al que no podía desobedecer ni en media coma. Y así nos criaron: nos han hecho a su gusto y exigencias. Lo que no calibraron las consecuencias. Porque si nos dicen que hemos de vivir para nuestro marido e hijos, que nos hemos de preocupar por ellos, si esa es la mayor premisa en la vida, parece como si cumplirla, fuera a su vez, pecado: el creador de la mujer perfecta se olvidó de que la esclava es humana y que viviendo su Gran Hermano particular, las cosas se magnifican:

  • ¡Mi mujer me controla! > ¿Pero no le pediste que tú fueras el icono sobre el que pivotase su vida?
  • ¡Mi mujer es una metomentodo! > ¿Pero no le dijiste tú que controlara el hogar?
  • ¡Mi mujer no me deja mi espacio! > ¿Pero no le pediste que estuviera pendiente de ti siempre?
  • ¡Mi mujer no me entiende! > ¿Pero no le pediste tú que no tuviera inteligencia?
  • ¡Mi mujer no quiere salir conmigo a solas! > ¿Pero no le pediste que fuera madre abnegada y que su descendencia fuera lo primero?

Pero podemos ampliar la lista a otros ámbitos:

  • ¡Las mujeres son unas envidiosas! > ¿Pero no le dijiste que su valía era ser la más hermosa?
  • ¡Las mujeres son unas frígidas! > ¿Pero no le enseñaste que una mujer no puede vivir por completo su sexualidad?
  • ¡Esa tía es una guarra! > ¿Pero no le pediste más esmero en el sexo?
  • ¡Las mujeres son unas derrochadoras! > ¿pero no le dijiste que sólo siendo bellas serían amadas?
  • ¡Las mujeres son unas cotillas! > ¿Pero no les despojasteis de todo entretenimiento? ¿A qué han de dedicarse entonces cuándo se encuentran con otras mujeres? ¿A cantar tus alabanzas?
  • ¡Las mujeres son unas egoístas! > ¿pero no les pediste que vivieran sólo para ti? Pues ella exige lo mismo para ella.

Obviamente esto no se puede aplicar de un modo general ni es así en todos los casos uno por uno, pero me parece gracioso esa predisposición a criticar las formas de ser de la mujer, que quizá de no ser por años y años de machismo, no existirían… porque…

  • ¿Si nos hubiéramos formado siempre en libertad…. No seríamos más inteligentes?
  • ¿Si no nos hubieran dicho que siendo hermosas nos amarían… no gastaríamos menos en ropa, maquillaje, productos faciales?
  • ¿Si nos hubieran dejado vivir nuestra naturaleza… no seríamos más fuertes?
  • ¿Si hubiéramos podido decidir nuestro rol en la vida… no hubiera sido todo distinto?

 

Masters of Sex

Reconozco que soy un poco enamoradiza. Veo algo que me gusta y de repente mi mente imaginativa se vuelca en ello como si no existiera nada más en el mundo. Pues con Masters of Sex me ha pasado algo así. Me he enamorado, por completo.

Para quien no la haya visto, es una serie que narra la vida de William Masters y Virginia Johnson, dos médicos pioneros en descubrir cómo funciona el cuerpo durante el sexo, el orgasmo, amén de cómo curar la impotencia y en resumen, de traer el sexo a la ciencia y de naturalizarlo para la sociedad. Para ello necesitaron años de estudio, años de paciencia y sobre todo, mantener una mente abierta y luchar contra el estigma que el sexo llevaba a cuestas. El tema es brutal.

Por sus capítulos van dejándose ver muchas teorías y creencias que la gente tenía sobre el sexo que para una espectadora del siglo XXI resultan muy difíciles de creer. Es entonces donde te das cuenta que la dedicación de este tipo de personas valió mucho la pena.

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Las mujeres sabemos que el clítoris, el único órgano en el cuerpo humano cuya función es exclusivamente para dar placer, es la llave que abre la puerta al orgasmo. O lo que es lo mismo, que no necesitamos al hombre para tener un orgasmo porque en la vagina no tenemos esas terminaciones nerviosas. En la serie española La que se avecina (conservadora donde las haya) una vez dijo uno de los personajes: la mujer sin el pene no puede tener orgasmos. Lo dice para hacer reír porque es una persona conversadora pero me juego lo que queráis a que en España hay más de uno y más de dos que aún lo creen. En Masters of Sex esa es una de las demostraciones más importantes: la vagina no lleva al orgasmo, es el clítoris exclusivamente, por lo cual, no es necesario el hombre.

Qué gran idea. El hombre deja de ser necesario y las mujeres empiezan a creer que un orgasmo puede ser posible sólo con sus dedos. Con las creencias antiguas era imposible pues a menos que utilizases una hortaliza, ya me dirás cómo tenías un orgasmo por la vagina. Pero esta información es peligrosa pues la mujer tiene una libertad hasta entonces negada. Bravo y mil veces bravo.

A colación de esto, me sorprendió una de las teorías que dicen en la serie sobre el sexo y Freud. Yo estudié Freud, pero en la vertiente social (“El malestar de la cultura” es un libro muy interesante) pero nunca en la sexual. Explican que él, sin utilizar ningún método científico, llegó la conclusión que había dos orgasmos en la mujer: uno el inmaduro, producido en el clítoris y que se da en mujeres jóvenes, y el orgasmo adulto, que se da cuando te casas. O sea que según Freud, cuando eres joven tienes orgasmos por el clítoris, porque eres inmadura, pero que llegas a una edad en la que las terminaciones nerviosas se van del clítoris a la vagina en un viaje por el cuerpo que nunca demostró, y pasa a tener orgasmos vaginales, que sólo se consiguen con un pene. Esto sucede con la edad de casarse (la edad antigua de casarse, se comprende).

Resultan tan ingenuas estas ideas. Porque ya me diréis qué conoce el cuerpo de que a cierta edad te casas y te juntas con un pene. El cuerpo es sabio pero no tanto como para adivinar cómo iba a ser usado culturalmente.

Si os animáis a ver la serie no os defraudará. La relación de los dos protagonistas me ha puesto el corazón en un puño muchas veces, yo, tan amante de los amores imposibles, de esas historias al margen de lo convencional, me he puesto las botas con estos dos. Quizá también tenga que ver que llevo toda la vida enamorada de Michael Sheen, el protagonista. Eso ayuda. Pero a vosotras y vosotros también os encandilarán los dos, tanto él como la chica. Vale la pena verla por varias razones pero la principal es ver cómo una gran idea, a pesar de que el mundo esté en su contra, puede encontrar, con coraje y valor, los canales para que el mundo se beneficie de ella. Y hacer un pequeño hincapié en el personaje femenino: Virginia Johnson, una mujer muy adelantada a su época, con una mente abierta, con ganas de trabajar, de superarse, de cambiar el mundo. Todo un referente. De verdad, no os la perdáis.

 

Yo y el sexo. Primera etapa

Creo que la primera ostia que recibe una respecto a este espinoso tema es la menstruación. Exceptuando las pequeñas reseñas del descubrimiento del cuerpo en la infancia, de las cuales no tengo grandes cosas que explicar, la realidad es que cuando la regla llega, todo cambia.

De repente te conviertes en medio adulta o al menos, lo que está claro, es que dejas de ser una niña. A mí me lo explicaron de aquella manera, tampoco muy bien, tampoco lo entendí demasiado. Lo acepté y punto. No hay más. Además, nos pasó a todas mes arriba mes abajo. Y aunque eso sí, callábamos como muertas, sabíamos por nuestras madres a quién le había venido y a quien no, así que nos empezamos a agrupar según nuestra menstruación. De repente, te entendías más con quien la tenía, aunque no hablaseis de ello abiertamente. Se sabía y punto.

No fue hasta un tiempo más tarde que se comenzó a hablar con más libertad pero siempre con esa voz tan bajita de secreto. Y así nos fue al principio.

Lo que más jodía de la regla era que de repente te tenías que preocupar por algo que antes no existía y a partir de ahí toda tu vida. Te podía venir en cualquier momento, te dolía, podías manchar en clase (supera tú ese miedo). Y lo que era peor, ya todo se medía según su llegada: piscina, playa, según qué planes. Fines de semana perdidos. Ahora había algo que mandaba más que tú y adaptarse a su tiranía son años de entreno.

Pero bueno, lo acepté, no rechisté y a parte de las molestias que todas sabemos, lo que llegaba con ella era la responsabilidad de ser madre. A mí particularmente eso no me preocupó nunca durante mi adolescencia. Yo era esa niña gorda, empollona, llena de granos, con el pelo rizado en la que no se fijó ni un chico en todos los años de instituto.

No besé a nadie, me conformaba con escuchar las experiencias ajenas (que aunque no fueran de sexo eran de amor) y tuve mis arranques de ira que me comía en soledad porque mis amigas tenían planes y yo no. Sé que lo planteo un poco mal pero es la verdad. No tuve rollitos, de esos que hablan las adolescentes, no tuve una cita. No tuve ni un pretendiente y todo lo contrario: hasta cuarto de ESO tuve que pelearme constantemente contra los que me llamaban gorda, casualmente, los chicos.

Tenía muy interiorizado que mi aspecto no gustaba y que incluso producía rechazo en los chicos. Lo cual no significa que no me gustasen muchos de ellos pero vamos, que no hay nada que contar. Nada de nada. Y diréis, ¿para que escribes entonces? Bueno, creo que está bien hablar de ello. Seguro que hay alguna adolescente que me puede leer ahora y pensar que a ella le sucede lo mismo y se sienta un poquito mejor. Yo lo pasé mal. Porque me sentí muy rechazada por mi cuerpo.

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Lo bueno es que de embarazo adolescente, ni hablar. Yo tenía mi menstruación y esa rallada de que puedes tener ya bebés, que eres mujer y demás, pero realmente no le veía mayores problemas porque nadie se fijó en mí. Quizá eso me hizo ser como soy. No lo sé. Sólo sé que el sexo, el amor, el rollito adolescente fue algo que no viví.

Lección feminista de todo esto: que la crueldad de la adolescencia no tiene límites. Se busca sólo la imagen y el cuerpo, que los chicos buscan un cuerpo modélico en una etapa de la vida en la que no se valora la personalidad ni el carácter, sólo el aspecto. ¿Tendrá que ver con el bombardeo que se ve en publicidad y demás? Demasiada casualidad. Se salta de la niñez a la adolescencia con unos valores demasiado establecidos por el patriarcado que hacen buscar únicamente lo que se cree socialmente aceptable. ¿Y de dónde sacan esas ideas extrañas los jóvenes? Creo que todas sabemos la respuesta.

Así que desde un buen principio, un sector de las chicas ya sabemos cuáles son los roles que la sociedad quiere de nosotras y lo lamentable es que aunque con los años la cosa mejora, siempre está ahí.

No me gustan las bodas. Dos

Mi primer post sobre mi recelo hacia las bodas causó mucho impacto tanto para bien como para mal pero ahora con el segundo, ya lo siento, es que voy a cuchillo. Si os gustan las bodas, no sigáis leyendo.

Fui a una boda el sábado. Patético.

Era una boda civil oficiada por una alcaldesa. Y qué bonito empieza todo que el discurso no deja de recordar a los contrayentes que el matrimonio es una cosa entre iguales y que hombre y mujer son iguales. Si esta sociedad fuera avanzada y no supiéramos todas que el matrimonio ha basado su fuerza en la sumisión femenina, no haría falta decirlo. Sobra. Sobra decir que el matrimonio es entre iguales. Pero hay que decirlo, por si alguien se le olvida. Mirad si no hemos evolucionado.

Flipo un poco con las leyes españolas sobre el matrimonio. Son como antiguas. No me gusta la idea de que las mujeres perseguimos ese día porque como oí el sábado: este es tú día (el de la novia).

No me gusta eso de seguir tirando arroz. No me gusta la idea de que si te quieres de verdad firmas un contrato. No entiendo por qué te gastas mil euros en un vestido que te pones un día y el resto de tu vida vas de mercadillo.

En esta boda había un sector de descerebrados que no paraban de gritar “maricón el que no bote”. Novia incluida. ¿Qué más puedo decir? Hay que ser imbécil para gritar eso.

No me gustan las bodas porque son innecesarias y porque deberíamos avanzar como sociedad y aniquilar el gran contrato que ha ido siglo a siglo minando la independencia de las mujeres para ser meras esposas. Hay que quitar de la sociedad todo lo que huele a patriarcado. Hay que quitar esas ideas de que si te quieres te casas. Las madres y los padres han de empezar a quitar de la vida de sus hijas e hijos la idea de que en su vida han de tener esa meta, ese día feliz.

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No me gusta ver a personas ordinarias que se visten de paletos y chillan como si no hubiera mañana porque es un día de desfase. Bueno, esto ya va depende la familia. No me gusta ver cómo se quitan la liga para darla o no sé qué hacen con ella.

No me gusta el patriarcado, no me gustan los tópicos, no me gusta eso de que la novia salga de casa de sus padres, que el padre la deje en el altar, que siguen significando lo que la mujer es: una mercancía.

Estoy muy destroyer. Pero no soporto el circo de las bodas. Me supera.

 

El orden de los factores no altera el producto

O eso nos decían en la escuela.

Claro que la vida no es matemática pura y en el mundo real no todo encaja tan bien. Sino que se lo digas a los que y a las que se dedican a criticar la vida ajena, que todo les parece mal.

En nuestra sociedad hay una ecuación que no falla para ser considerada una persona como Dios manda, tanto seas hombre como mujer (un poco más si eres mujer):

noviazgo > boda > te vas a vivir juntos > pasan unos dos años > hijo > otro hijo (más conocido como vamos por la parejita

Si sigues esta norma, eres una persona normal, respetable y que gozarás de respaldo social:

  • ¡Qué feo es ese hombre! ¡Y qué mal viste!
  • Pues está casado.
  • ¿Y esa mujer? Mira que me da mala espina.
  • Pues está casada y con hijos.
  • ¿Que ese mató a la cajera?
  • Y casado y con un pedazo de casa y todo.
  • ¿A estas horas está esta mujer en la calle?
  • Es que el marido está en paro y ha de mantener a la niña.

No importa. No importa tu aspecto, lo mala persona que seas, no importa nada. Si estás casada o casado y con descendencia, todas tus rarezas desaparecerán porque eres una buena persona para la sociedad. Tú has cumplido y eso sólo lo hacen los buenos.

Para muchos la vida ajena se comenta como si fuera un programa de cotilleo y te juzgan por ello.
Para muchos la vida ajena se comenta como si fuera un programa de cotilleo y te juzgan por ello.

Pero como algo sí que han cambiado los tiempos, se aceptan un par de variantes en esta ecuación de la persona respetable:

  • Se admite que te vayas a vivir con tu pareja antes de casarte. Pero te has de casar, sino no cuenta.
  • Se admite que nazca un bebé si después también acaba en boda la pareja.

Sea como fuere, lo que has de hacer es fichar.

Pero hay ¡ay de ti si te sales de lo dictado!

Estos son los cuatro casos más comunes de parejas que serán presa fácil de las lenguas más viperinas y que por lo tanto, no serán tan buenas personas:

  1. Novios que viven en casas diferentes y que pasan temporadas en casa del uno o del otroEL MURMULLO: estos no vas a llegar a nada, no se quieren, están por estar, echan un polvo y muy buenas, no se comprometen.
  2. Novios con casa sin hijos.EL MURMULLO: ni boda ni hijos, estos están por estar. Estos no se quieren tanto como dicen, pasan el rato y punto, ¿cómo vas a estar así en pareja? Se dejarán y se engancharán a a otra persona y así.
  3. Novios con casa, no casados y con hijo/a.EL MURMULLO: Si no te casas es peor para la criatura, te has de casar porque así ya la familia está formada y es más bonito, ya tienes tu libro de familia y es todo mejor.
  4. Matrimonio con casa sin hijos:EL MURMULLO: no pueden tenerlos. Dicen que no quieren pero es porque no pueden, porque una (siempre es ella) cuando se casa es para tener hijos y formar una familia.

Así que nada. Da igual que hayas asesinado a la cajera, si te “ennoviaste”, te casaste y tuviste descendencia, ya les parecerás mejor persona.

Lo que hay que tener claro es que este cuadro sólo sirve para personas no famosas. Está claro que si eres famosa, en el momento en que nazca al menos una beba o un bebé ya estarán todos esperando que te divorcies y claro, para ti el proceso es más largo.

Saloncito de té: ¿hasta donde llega el maltrato?

Tras quitarle el polvo reinauguro el saloncito de té. Así que pasen y expresen su opinión.

1¿El tema? Uno de cada tres españoles tolera el maltrato psicológico.

Según El País un 36% de los encuestados se muestrn más tolerantes respecto a insultos, amenazas verbales, control de horarios, de forma de vestir, etc.

¿Habéis sufrido maltrato psicológico? ¿Qué pensáis de esta encuesta? ¿Conocéis a alguien que lo sufra? ¿ Por qué creéis que las mujeres no son conscientes de que son maltratadas?

De esta encuesta, hecha a nivel europeo, las españolas reconocen en un22% haber sufrido cualquier tipo de maltrato. Pero destaca que en Dinamarca es el 52%, en Finlandia el 47% y en Suecia el 46%. Difíciles cifras para esa imagen tan bucólica que desde España se percibe de estos países tan avanzados. ¿La razón? Quizá nos sorprendamos: porque ellas tienen una idea más amplia de lo que es violencia de género. Quizá es que en España aún se considera amor que te digan que adónde vas con esa falda.

Yo creo que realmente en España las mujeres no están del todo concienciadas de qué es el maltato y la aceptación de los celos y de otras malas prácticas en la pareja que se camuflan en amor. Violencia que se acepta porque se ve normal. Y es algo que veo en las mujeres, en cómo se creen amadas cuando lo que están siendo es pisoteadas.

Y vosotras y vosotros, ¿qué pensáis?

Sentimientos desmitificados: Nadie te va a querer como te quiero yo

Dicen en el National Geographic que en el 2050 seremos 9.000 millones de personas. Quizá no haga falta llegar tan lejos, porque a 2014 vamos por 7.500 millones de personas. Da igual, somos ya más de 7.000 millones de almas de las cuales un poco más de la mitad son mujeres, el resto hombres. Hay un amplio porcentaje de homosexuales y una mayoría heterosexual. En España los viajes están muy bien de precio. Depende destino y temporada pero si te quieres ir a Roma, a Moscú o a Japón, seguramente lo podrías hacer con mayor o menor ahorro.

O lo que es lo mismo: sea cual sea tu inclinación sexual, vivas donde vivas, el mundo se nos hace pequeño porque el ser humano lo ocupa acá y allá, a lo largo y ancho de las tierras emergidas. Y si no te gusta tu rincón del mundo, siempre te puedes embarcar hacia otros rumbos, con total normalidad.

Vamos: que esa idea tan peregrina de «nadie te va a querer como yo» o «más que yo», se queda pequeña ante el gran mundo global y sobre poblado en el que vivimos.

¿Cuántas veces lo hemos oído? Esa idea tan romántica de que mi amor es el único del que podrás disponer, que mi amor es único, que como yo nadie en este planeta te amará porque yo soy quien más te quiere de este planeta, pensando en la introducción que he hecho, se queda más que corto.

Es un trampa. No os lo creáis. Huíd de aquellos que os digan semejante tontería. Te pueden decir que te aman con locura, que eres la persona más importante de su vida, que te quieren, que te idolatran (y mejor que que te lo dgian, te lo pueden demostrar). Pero decirte que como con él no estarás con nadie, es una red en la que quieres que caigas porque no es más que chantaje emocional. Puro y duro chantaje. Es un: quédate aquí, bajo mi tutela, enganchada a mí, sometida a mí, porque como mi amor no hay otro. Mi amor es único. Mi amor es lo que necesitas, lo que más necesitas.

Cientos de personas te amarán. Él no es el único.
Cientos de personas te amarán. Él no es el único.

Y como ya he dicho, somos millones de personas. Pensar que ese al que amas es la única persona que te puede querer mucho, mucho, mucho tampoco es un sentimiento sano. Podrás conocer a miles de personas, podrás conocer a muchas personas que pueden llegar a quererte tanto como él. El mundo es grande, está sobre poblado y es imposible que nunca conozcas a otro gran amor.

El «nadie te va a querer como yo» es otra trampa del amor romántico. Una trampa que quiere cogerte con sus largos brazos para que sientas dependencia de ese amor, para que no te vayas lejos de él y que te sometas a sus nobles sentimientos.

Somos 7.500 millones de personas. Y miles de ellos te querrían con toda su alma.

Sentimientos desmitificados: no soy tuya ni tú eres mío

Este es uno de mis favoritos. Gran mito del amor romántico y núcleo de casi todos los problemas de pareja. El famoso yo soy tuya, tú eres mío, que tantas canciones de amor ha rellenado. Posesión. Nunca he creído que el amor sea posesión y lo que es más, nunca lo he aceptado.

¿De dónde viene esa idea? ¿De dónde se saca que la posesión sea una premisa en la pareja? ¿En la tradición? ¿En la poca autoestima de aquellos que necesitan que el otro les diga que lo poseen para sentirse amados? No lo entiendo. ¿Es que queda romántico? Sí, sin duda. Queda muy romántico: la maté porque era mía. Así nos luce el pelo.

El yo soy tuya convierte a la mujer en un objeto en manos de cualquiera. Cuando la mujer acepta ser suya lo único que consigue es infravalorarse como persona y rebajarse a una mera posesión. Y ya sabemos qué pasa con nuestras cosas. Si son nuestras, hacemos de ellas lo que queremos. Quizá aquellas que lo repiten como un misal se crean que eso es amor: que darles su individualidad es romántico. Yo no lo creo.

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Yo no soy tuya cariño. Soy mía.

 

Ni quiero ser de nadie ni quiero que nadie sea mío. No quiero que nadie me diga soy tuyo. Yo no quiero eso de una pareja. No quiero que se crea que es de mi pertenencia. Hay en esas palabras no sólo el foco de tantos asesinatos sino una forma de ser, de comportarse, dependiente, infantil e inmadura. ¿Acaso no somos las personas libres? Ni yo soy de nadie ni nadie es mío. Las parejas han de estar juntas porque se amen, siendo independientes, siendo dos personas que libremente quieren estar juntas sin ser la posesión el uno del otro.

Lo peor es cómo se repite esta frasecita por los siglos de los siglos. En las canciones es un clásico. La última de Juanes por ejemplo, repite el soy tuyo como trescientas veces. Las películas. Siguen alimentando la idea de un amor con sumisión, con etiquetas. El largo proceso hacia la independencia, hacia la adulta responsable que nos convertimos no ha de pasar por ser el felpudo de nadie. Porque eso es lo único que veo tras el soy tuya. Una alfombra, un felpudo, que se postra a los pies de otro que es igual. Pero no. El amor igualitario no se proclama en estos tiempos, ¿será porque la mujer libres da miedo? ¿O porque la mujer tiene miedo de ser libre? Las mujeres no necesitamos a nadie: ni para ser suyas ni para que sean nuestros.

 

Ni las mujeres ni los hombres. Huiría de un hombre que pretendiese tener esa relación enfermiza. Y vosotras también deberíais. Huid de ellos. El amor no es posesión, el amor es libertad. Aceptar que esa persona es un yo independiente, que tiene su vida fuera de la nuestra, que tiene inquietudes y amistades. Y que nosotras también. Hay un amor por encima de la invasión de la persona. Hay un amor que nace de la libertad y la igualdad. Ese el único amor que merece la pena: el que no te limita.

Luego nos alarmamos cuando vemos esas encuestas y estudios que dicen que las adolescentes sienten que han de obedecer a su novio. No sé de qué se escandaliza la gente. ¿Acaso creen que ellas van a aprender de la nada? Nuestro ejemplo es lo único que abrirá el camino hacia un amor más sano. Educando a hombres y mujeres en un amor libre.

Toda una pena que sigamos creyendo que entregarnos cual objeto a una persona sea algo romántico.

Sentimientos desmitificados: perder la ternura

Inauguro sección que llevo tiempo meditando. Una sección de sentimientos humanos, de sentimientos que se supone hemos de sentir, cómo se supone que nos hemos de comportar.

Y el primero que se me antoja es algo sobre lo que escribí ayer: la pérdida, lenta y progresiva de la capacidad de mostrar nuestros sentimientos. El lunes una niña de clase, una niña de cinco años, estaba esperando conmigo que los niños vinieran y me puse a su altura para hacer tiempo y le dije: ¿ de qué te vas a disfrazar? Se encogió de hombros y negó con la cabeza, ¿ no lo sabes? le pregunté. Y entonces sonrió, me abrazó y me dio un besito. Luego volvió a reírse y yo me quedé de piedra. De piedra o de algodón, no lo tengo muy claro aún.

Ante tan sincera muestra de cariño, espontánea y preciosa, me quedé sin palabras. Me quedé desprotegida porque no es lo habitual. Yo también quiero ser más cariñosa con los demás, con las personas que quiero o aprecio. Una siempre camina con una pose tan estricta, tan cuidada y de repente, una cosa tan sencilla como un besito de alguien que te aprecia, que te lo quiere demostrar, basta que dejarte en albis. La verdad es que fue precioso. Aún no me he podido olvidar. Y no lo voy a olvidar.

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Qué bonito sería que pudiéramos seguir teniendo de adultos esa capacidad. Poder ser tan cariñosos, ser tan buenos y espontáneos, repartir ternura por donde pasamos, a quien queremos. Pero de adultos es todo tan difícil. ¿ Será porque el sexo lo cambia todo? Ellos no tienen dos caras: te quieren porque les cuidas, les proteges, les mimas, y ellos se sientes queridos de una única forma que conocen, como pequeñines que se sienten queridos y apreciados por personas que cuidan de ellos. De mayores, un beso tiene muchas más connotaciones y connotaciones peores. Si yo le doy un beso a un chico que aprecio, quizá sea sólo amistad y un sentimiento tan plano como eso, pero puede que la otra persona piense que quiero algo más íntimo. Y ya te frenas.

O no sólo besos, puede que palabras. Nos cortamos ante halagos, palabras de cortesía, esas ganas de decirle a alguien que le aprecias. Y por mi parte soy incapaz de decirle nada a nadie si no sé que esa persona va a responder igual. Cuando el beso que me dieron fue porque sí. Por aprecio. Quizá yo podía haber respondido mal, pero eso a la niña no le importó cuando lo hizo. Y yo, por mi experiencia, no puedo plantearme sin que sepa que la otra persona va a pensar igual. Supongo que el mundo nos va quitando la capacidad de reproducir sentimientos hacia los demás. Por el qué dirán, por la mala interpretación, porque de adultos los sentimientos hacia las personas son más complejos que en la infancia. Porque hay personas que mienten muy bien y saben guardar mejor lo que sienten.

Por qué me importa que tu novio-marido te trate como una mierda

Pues me importa. Y mucho.

Aún quedan especímenes que creen que son el rey dentro de su castillo y que su esposa les debe algo menos que obediencia. La tienen a sus órdenes, se quejan de lo que hacen mal (cuando ellos no mueven un dedo), creen que las tareas del hogar son cosa de ella y se pasean por su matrimonio (o noviazgo) como si fueran el gallo del corral. Ellas les consienten este compotamiento, bien porque crean que se lo merecen (baja autoestima), porque siempre ha sido así (es como si pensasen que son tan tontas que no pueden pensar por sí mismas), porque es su forma de quererle ( esto es la antesala a los malos tratos) o porque creen que el amor es esto: un podio donde ellas siempre están en el segundo escalón.

¿ Qué sucede con estos hombres? Que no contentos con ejercer este poder sobre sus mujeres, quieren ejercerlo sobre las demás. Cuando salen por las puertas de su casa se comportan como  todas las mujeres como se comportan con la suya. Así que sí: me importa mucho cómo tú lidies con estos energúmenos porque cuando se alejan de ti, somos las demás las que los soportamos. Mientras estos hombres sigan teniendo un sólo lugar donde se puedan comportar como un dictador, querrán seguir siéndolo con el resto del mundo y si yo voy a sufrir las necedades de estos individuos, que sepas, que probablemente no te guste lo que veas.

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Son hombres que, como tienen a sus esposas escondidas bajo esa especie de tutela de menores de edad, se creen que las demás vamos a hacerles caso simplemente porque ellos son el hombre. Te hablan con prepotencia, nunca tienen tu palabra por válida, buscan la de tu novio o la de otro hombre. Creen que tú vas a tolerar el lenguaje, las bromas que usan con su pareja y que no vas a ver nada malo en su comportamiento.

Pues os equivocáis. No todas las mujeres somo como la vuestra. Algunas despertamos hace mucho tiempo y nos dimos cuenta que no somos ni más ni menos que vosotros. No os consentimos ni una mala palabra, ni una borma ni una tontería. No nos callaremos ante la necesidad que sentís de propagar vuestro poder más allá de vuestras casas.

Por eso me importa que tú no consientas ese trato: porque si luego lo va a hacer conmigo, no te extrañe que mi mente busque cómo se comporta contigo. Porque tarde o temprano me daré cuenta de todo. Y eso llevará un conflicto, sobre todo si somos pesonas cercanas. Porque mientras tú consideres que todo el normal y yo no, quizá veas que algo falla y ese fallo sólo está en dos direcciones: o es mío o es tuyo.